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Entrevista

“Somos algo más que un destino de compras y nieve”

David Salvador

 

Cuatro restauradores andorranos hablan sobre el estado y evolución de la realidad culinaria del Principado. Una cocina con tradición e influencias “que está en el mejor momento”.

Hablamos con cuatro restauradores del principado para entender el auge de la cocina de Andorra. Son Carles Flinch, Dolors Pal, Marcel Besolí y Miquel Canturri, cuatro andorranos –dos de nacimiento y dos de adopción- que regentan negocios prósperos en el país de los Pirineos, cuatro restauradores que convergen al aceptar que “sí existe una cocina andorrana” sobre todo por recetas heredadas y productos típicos, “aunque con éstos tengamos un hándicap debido al clima”, razona un Carles Flinch que regenta Can Manel –“de cocina tradicional con toques de vanguardia”- en Andorra la Vella y que participó en la elaboración del recetario de la cocina andorrana, germen del Corpus de la cocina de Andorra.

El otro andorrano de nacimiento es Miquel Canturri, a los mandos del Restaurante Minim’s también en la capital donde como sus compañeros elabora una “cocina andorrana y de mercado, con influencia de la española”. Ahí también convergen: la mayor influencia gastronómica es de la cocina española, como también son los españoles los que en mayor número pueblan sus restaurantes. “La francesa es una cocina que ha influenciado a todos a nivel mundial. La española, la que más ha influenciado particularmente en Andorra”, explica el catalán Marcel Besolí (Celler d’en Toni, Andorra la Vella), quien llegó a Andorra atraído por los ralis de nieve.

Influencias aparte, para Besolí es innegable que “la cocina andorrana tiene raíces y características propias”, una cocina en la que no faltan los canelones o los platos de caza, propuesta ésta última más típica de las bordas. Las bordas – bordes, en catalán- son casas tradicionales de alta montaña que antiguamente guardaban el grano y el ganado y que en la actualidad han sido transformadas y acondicionadas como restaurantes. Una borda aplaudida es la Raubert, en La Massana, en la que ejerce Dolors Pal, quien no deja nunca de cocinar platos típicos de montaña como el trinxat, las albóndigas o la ‘escudella barrejada’, explica una cocinera que llegó a Andorra desde la Seu d’Urgell y que aprendió el negocio de la mano de su suegra.

La propuesta de las bordas, original y auténticamente andorrana, comparte principios con la de los negocios de sus colegas, y que no son otros que los del respeto por el producto local. Achicorias, miel o setas son ingredientes que no faltan en las cocinas del principado, cocinas que pese a la climatología intentan abastecerse del producto de proximidad. “Partimos de él, y lo que no encontramos lo conseguimos de buenos proveedores de ambos lados de la frontera”, explica Flinch. Tienen, pues, oferta y público, “buen momento para que la gente se dé cuenta de que somos algo más que un destino de compras y nieve –explica Besolí-. Somos ya un país destino gastronómico”.

 

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